Desde el punto de vista biológico, el envejecimiento humano es la acumulación de diversos daños celulares y moleculares a lo largo del tiempo, lo que lleva a un descenso gradual de las capacidades físicas y mentales, a un mayor riesgo de enfermedad y, en última instancia, a la muerte. Estos cambios no son lineales y su relación con la edad de una persona es relativa. Para entenderlo mejor, el envejecimiento debe comprenderse no sólo como un fenómeno biológico, sino como un proceso complejo que abarca múltiples ámbitos, incluyendo el social, psicológico, demográfico, económico, político, simbólico y cultural.
En la actualidad, todos los países del mundo están experimentando un incremento tanto en la cantidad como en la proporción de personas mayores. Se estima que en 2050 el porcentaje de los habitantes del planeta mayores de 60 años casi se duplicará, pasando del 12 al 22 por ciento (Organización Mundial de la Salud, 2024), por lo que todos los países se enfrentan a retos importantes para garantizar que sus sistemas de salud y de asistencia social estén preparados para afrontar ese cambio demográfico.
Hoy las personas viven más tiempo que antes, la mayor parte de la población tiene una esperanza de vida igual o superior a los 60 años. La ampliación de la esperanza de vida ofrece oportunidades, tanto para las personas mayores y sus familias, como para la sociedad. En esos años de vida adicionales se pueden emprender nuevas actividades como aprender alguna disciplina cultural o deportiva, o bien, retomar antiguas aficiones. No obstante, el alcance de esas oportunidades depende en gran medida de un factor: la salud. Mantener hábitos saludables a lo largo de la vida, en particular seguir una dieta equilibrada y realizar actividad física con regularidad, contribuye a reducir el riesgo de enfermedades, mejorar la capacidad física y mental y retrasar la dependencia de los cuidados. Aunque algunas de las variaciones en la salud de las personas mayores se deben a la genética, los factores que más influyen tienen que ver con el entorno físico y social, así como características personales como el sexo, la etnia o el nivel socioeconómico.
La OMS define el envejecimiento saludable como el proceso de fomentar y mantener la capacidad funcional que permite el bienestar en la vejez. Suele pensarse que las personas mayores son frágiles o dependientes y que constituyen una carga para la sociedad. Los profesionales de la salud pública, así como la sociedad en general, deben hacer frente a éstas y otras concepciones edadistas, ya que generan situaciones de discriminación y afectan la formulación de políticas y la creación de oportunidades para que las personas mayores disfruten de un envejecimiento saludable.
Dar paso a un envejecimiento saludable individual y poblacional nos reta a cambiar nuestra forma de pensar, sentir y actuar en relación con la edad, a desarrollar comunidades de forma que se fomenten las capacidades de las personas mayores; asegurar que reciban servicios de calidad de atención a la salud que respondan a sus necesidades; y garantizar acceso a la atención a largo plazo a los mayores que lo necesiten. Es decir, la concientización y trabajo para comprender y atender la experiencia de envejecer, es un trabajo tanto individual como colectivo.