De aquella sociedad nacida de la más grandiosa revolución que había conocido la humanidad surgió, como un resultado necesario, toda una constelación de poetas, cada uno con voz y personalidad propias, que se impusieron como misión estética plasmar los elevados ideales que inspiraron la gran hazaña del pueblo soviético durante la Gran Guerra Patria, cantaron la victoria del Ejército Rojo y destinaron su arte a la construcción de un mundo mejor para todos. En esta ocasión, y como homenaje al pueblo que librara a la humanidad de la peste nazi, presentamos tres poemas de autores soviéticos.
El primero de ellos es Yo fui de infantería, escrito en 1946 por el combatiente y patriota Semión Gudzenko (1922-1953) en el que el poeta refrenda su compromiso de tornar al frente de batalla, si fuera necesario, para luchar contra el enemigo, abandonando temporalmente su oficio de poeta.
Yo fui de infantería en campo abierto,
en el barro de las trincheras y en medio del fuego.
Aunque en el último año de la guerra
pasé a ser periodista militar.
Pero si hay que combatir de nuevo...
mi voluntad es ésta:
que me enrolen otra vez
en un batallón de tiradores.
Quiero ser soldado raso de nuevo
por lo menos un tercio del camino;
desde esas cumbres,
después podré bajar a la poesía.
¿En dónde empieza Rusia?, de Víctor Bókov(1914-2009), enuncia los valores de la patria del proletariado mundial, alude al internacionalismo, que hermana a los hombres sin importar raza o idioma y llama a los poetas a reflejar la realidad en toda su dimensión, para que su obra tenga vida propia y alcance verdadera calidad artística.
¿En dónde empieza Rusia?
¿En las Kuriles?,
¿en Kamchatka?,
¿o en las islas Komandor?
¿Por qué sus ojos esteparios miran tristes
los juncales de sus lagos, su verdor?
Empieza Rusia en la pasión
por e1 trabajo,
por el paciente esfuerzo,
por la razón
y 1a bondad.
Ésa es su estrella,
su noble y gran estrella,
que rompe e1 manto de la oscuridad.
De aquí,
todas sus proezas de leyenda
y su suerte sin par, dulce y amarga.
Si en esa suerte parte alguna tienes,
en ti empieza Rusia,
y no en las montañas.
Priva al ruiseñor de la floresta,
del arroyo que nace de fresco manantial,
y harás del arte una quimera yerta,
un pobre borrador sin terminar.
Y será una canción poco lograda,
como la luna fría en su menguante
o como una espiga no granada.
Le faltará, pues, algo importante:
el aliso, el arroyo, la fuente,
la dulce sombra, el lúpulo silvestre…
(Versión de José Vento)
Al inmortal heroísmo y a la abnegación de los millones de soldados que ofrendaron su vida por la Madre Patria dedica el bolchevique y corresponsal de guerra Alexander Prokófiev(1900-1971)su poema El corazón del soldado (traducido por María Cánovas) en el que reivindica el legado de libertad y paz conquistado en la Gran Guerra Patria y que simbolizan los frutos de un árbol nacido del corazón de un anónimo soldado que representa al pueblo soviético.
En el corazón le clavan la bayoneta al soldado.
La sangre en el suelo ardiente a1 instante forma un charco.
Los amigos en la tumba han colocado al soldado.
En el frente los cañones suenan con fragor lejano.
La tarde declina pálida, envuelta en humo liláceo,
estrellas de color lila apenas mueven sus párpados,
y pasan sin detenerse vientos de color morado…
En su tumba queda solo, para siempre, aquel muchacho.
Por dos sembrará la esposa, por dos segará en verano…
Pero no puede estar yerto el corazón del soldado;
sin vida no puede estar bajo la anchura del campo.
Se abre la tierra y le dice: “Perdona”. Y en ese espacio
donde el corazón yacía, creció un hermoso manzano
con capullos olorosos de color rosado y blanco.
Y cuando el viento lo mece, se oye un susurro en el árbol.
… Late inmortal en la tierra el corazón del soldado.