En México, las mujeres que realizan labores no remuneradas como el cuidado del hogar y de personas aportan 8.4 billones de pesos, lo cual representa el 26.3 por ciento del Producto Interno Bruto nacional; además, dedican en promedio 42.8 horas semanales a estas tareas, mientras los hombres sólo 16.9, según cifras del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI).

Por su parte, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) Mujeres; la brecha salarial en México representa un 15 por ciento menos de lo que perciben las féminas sobre la remuneración de sus colegas varones por el mismo trabajo, incluso con niveles educativos iguales o superiores.

Datos del Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO) revelan que los hombres ganan en promedio 11 mil 490 pesos al mes, mientras que las mujeres reciben nueve mil 825. Esta diferencia obliga a las mujeres a laborar 61 días adicionales cada año para igualar los ingresos masculinos.

Aunado a esta desigualdad, las féminas enfrentan una estructura laboral que las segrega por su edad, estado civil y responsabilidades familiares. La flexibilidad en los horarios, lejos de ofrecer soluciones, ha incrementado la disparidad. Según un estudio de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), las trabajadoras con jornadas irregulares ganan hasta 45.7 por ciento menos que quienes laboran en esquemas tradicionales.

La discriminación también se manifiesta en el acceso al empleo, ya que sólo el 70 por ciento de las mujeres participa en el mercado laboral, frente a un 99 por ciento de los hombres. Las mujeres mayores, sobre todo si están casadas o tienen hijos, enfrentan mayores obstáculos para obtener y conservar un empleo formal.

Ante este panorama, especialistas proponen reformar el sistema económico con políticas públicas que redistribuyan el trabajo doméstico, amplíen el acceso a la educación técnica y garanticen servicios de cuidado infantil y para personas dependientes.