Después de seis meses de concluido el gobierno de Andrés Manuel López Obrador (AMLO), mismo tiempo que lleva el “segundo piso” de la “Cuarta Transformación”, puede constatarse fácilmente que nada se ha transformado en el sentido que el expresidente y sus partidarios afirmaban: una transformación revolucionaria, refriéndose a los tres grandes movimientos que registra la historia de México: la Revolución de Independencia, la Reforma Liberal y la Revolución Mexicana de 1910, que sí fueron verdaderas transformaciones revolucionarias; en eso podemos coincidir, pero de ninguna manera en que la llamada “Cuarta Transformación” fuera, ni sea, un cambio radical, revolucionario, hacia una nueva sociedad.
Existen datos, incluso investigaciones oficiales, que demuestran que la pobreza y la desigualdad social aumentaron en México; que el neoliberalismo, cuya erradicación decretó AMLO, sigue campante en el país; que la corrupción administrativa no ha desaparecido y que la explotación de los trabajadores no sólo continúa, sino que ha encontrado formas nuevas, más sutiles, que la preservan, como detalla nuestro Reporte Especial.
Las reformas laborales del gobierno de AMLO fueron solamente un maquillaje, porque la clase empresarial fue la única que se benefició con tales reformas. En la economía no hubo los cambios prometidos; los obreros son tan explotados como antes de AMLO; pero en lo social, la situación empeoró, la lucha sindical se da en peores condiciones: los obreros siguen bajo la dirección de los sindicatos “charros”, es decir, al servicio del patrón. Como antes, hay dirigentes cuya función es traicionar a los trabajadores inconformes; y quienes reclaman sus derechos son delatados y muy pronto despedidos por las empresas. Los dirigentes charros, lambiscones del patrón, también lo fueron del “primer piso” de la “Cuarta Transformación”.
Creció el número de trabajadores informales, es decir, sin contratación, sin derechos laborales y sin prestaciones como servicio médico para sus familias. Persiste la contratación irregular y nuevas formas de control sindical son inventadas por el partido oficial. De este control “charril” de los trabajadores se ocupa esta semana buzos de la noticia, así como de la necesidad de que resurja el movimiento sindical independiente que alguna vez existió y del que sólo quedan vestigios. Aún hay quien sostiene que la lucha de los trabajadores no ha muerto, que, a pesar de los retrocesos y derrotas, todavía existen sectores vivos que están tratando de recuperar la historia y las banderas del movimiento obrero.