La felicidad es uno de los sentimientos que más atención merecen por parte de las personas, pues se considera un estado corporal y psicológico en el que todo está bien y las preocupaciones se vuelven menos pesadas o desaparecen. La felicidad suele considerarse un estado pasajero, pues con el tiempo su intensidad disminuye o desaparece. El 20 de marzo se publicaron los resultados del Informe Mundial sobre la Felicidad, que en realidad no mide propiamente el sentimiento de felicidad en un país, sino qué tan satisfechas se encuentran las personas con la vida que tienen. En los resultados de este año, México entró por primera vez en los diez primeros lugares (10°).
Para quienes vivimos en México, saber que nuestro país se encuentra en esta posición es llamativa. ¿Cómo es posible que en un país en donde la violencia, las desapariciones forzadas, la mendicidad y estar más de dos horas diarias en el transporte público son problemas cotidianos la gente declare estar satisfecha con su vida? En realidad, la cuestión no es tan sencilla.
Por un lado, habría que considerar que, al tratarse de una encuesta mundial, el lugar que obtienen los países está determinado por la satisfacción que se reporta en los otros estados participantes. Algunos países nórdicos ocupan siempre las primeras posiciones de bienestar, y este año volvieron a hacerlo, pero no estuvieron acompañados por los países de siempre: Estados Unidos y Reino Unido se bajaron de los diez primeros llegando al lugar 24° y 23°, respectivamente. Aquí cabría preguntar cuáles fueron las razones para que los habitantes de estos países, antaño modelos de bienestar y considerados como naciones para cumplir metas, sueños y deseos, manifestaran no sentirse bien con su nivel de vida.
Además, la encuesta de este año enfatizó el papel de las relaciones familiares y sociales en la satisfacción con la vida. En México y América Latina, la familia es un núcleo social fundamental en la formación de las personas, las reuniones familiares suelen ser constantes; y también se repite constantemente que con la familia siempre se contará (aun y cuando haya algunas disputas de por medio). Esta cercanía con la familia influye, por supuesto, para que una persona se sienta bien; saberse apreciada y valorada a pesar de cometer algunos errores da a la persona otra perspectiva más amable de sí misma. Así que, si este año la encuesta se enfocó en las relaciones familiares, no es del todo sorprendente que México, y otros países latinoamericanos, se encuentren en los lugares más altos de la tabla mundial de felicidad.
Estos dos aspectos de la encuesta de este año pueden explicar en parte por qué México se encuentra en esa posición tan alta. Sin embargo, considero que vale la pena poner sobre la mesa un aspecto que no es tan sencillo de elucidar y que tiene que ver con qué es lo que cada persona considera bienestar, cuáles son los fundamentos de ese bienestar, pero también cuáles son los límites o los aspectos que reducen o eliminan la posibilidad de sentirse bien con la vida. Hacer un análisis de lo que significa o lo que implica la felicidad de cada quién es un paso importante para que se pueda pensar si la felicidad individual es posible cuando la situación social generalizada indica que existen diversos problemas que no se han solucionado y que más bien se agudizan. Está bien pensar en el bienestar personal, pero cuando se cierran los ojos a los problemas colectivos, más temprano que tarde se verá que las problemáticas sociales que creíamos lejanas son cada vez más cercanas y cada vez limitan el libre desarrollo de la personalidad y del bienestar individual y familiar. Para Aristóteles, la felicidad no es sólo un asunto individual, sino que está profundamente ligada a la vida en sociedad.