El martes 4 de marzo, diputados del PAN y PRI tomaron la tribuna del Congreso de la Ciudad de México en protesta contra un dictamen que buscaba modificar el Reglamento y la Ley Orgánica del Poder Legislativo. La reforma pretendía que, para aprobar modificaciones a la Constitución local, ya no fueran necesarios los votos de dos terceras partes del Congreso, es decir, 44, sino solo de los legisladores presentes.
Durante la sesión, con 41 votos a favor y ninguno en contra —debido a que la oposición no votó— el dictamen no logró el mínimo requerido. Según el Artículo 527 del Reglamento del Congreso, para modificar el propio Reglamento se necesita una mayoría calificada de 44 votos. Sin embargo, la presidenta de la Mesa Directiva, Martha Ávila, anunció que el dictamen se aprobaba, lo que generó la inmediata reacción de la oposición.
Legisladores del PAN y PRI, al grito de "¡No pasará!" y "¡Resistencia!", subieron a la tribuna e interrumpieron a Ávila, quien decidió levantar la sesión. La priista Tania Larios, junto con otros legisladores, rodeó la tribuna en medio de gritos y caos.
Martha Ávila denunció que el diputado panista Diego Garrido le arrebató el micrófono, mientras discutía con la también panista Daniela Álvarez. "Sí le grito, y no me grite usted tampoco. Bájese de la tribuna porque no tiene derecho a estar ahí", expresó Ávila.
En conferencia de prensa, acompañados por la dirigente nacional del PAN, Luisa Gutiérrez Ureña, los legisladores denunciaron que Morena buscaba aprobar reformas sin los votos requeridos y acusaron a la Mesa Directiva de ignorar a la oposición. Andrés Atayde, coordinador del PAN, calificó el intento de Morena y sus aliados como una violación a la legalidad. "Quisieron modificar las reglas sin los 44 votos necesarios", dijo Atayde.
Por su parte, Daniela Álvarez criticó a la Mesa Directiva por intentar silenciar a la oposición, asegurando que no permitirán que les apaguen el micrófono ni les priven de su derecho a la libre expresión. "La oposición se respeta", advirtió.
Finalmente, Diego Garrido rechazó las acusaciones de Ávila, negando haberle arrebatado el micrófono o cometido actos de violencia.