En los años de la “gran depresión” económica (1929-1939) Jordan Benedict (Bick), heredero de Rancho Reata –una de las haciendas ganaderas y agrícolas más extensas de Texas, ubicada entre Houston y el Golfo de México– conoce a Leslie Lyndonn, hija de un médico de Virginia, entidad de la región noreste de Estados Unidos (EE. UU.).

Se enamoran, se casan y deciden vivir en Rancho Reata, donde en las dos décadas siguientes atestiguarán cómo la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), los avances científico-tecnológicos y el descubrimiento de yacimientos de petróleo en ese estado de la Unión Americana cambian el paisaje, sus usos, costumbres y hábitos laborales, además de su forma de pensar y sentido de propiedad.

Esta última transformación halló mayor dificultad en Jordan, quien padecía otros rasgos típicos de “señor feudal”: supremacismo económico y racial, egocentrismo, localismo y paternalismo familiar, del que sus hijos (Jordan IV y Luz) se liberaron gracias a que su madre Leslie tenía mayor educación, carecía del sentido de apropiación y poseía sentimientos de solidaridad.

Éstos, muy arraigados y de expresión comunitaria, beneficiaban lo mismo a las familias de vaqueros sajones (blancos), que a las de los trabajadores agrícolas de ascendencia mexicana y los migrantes laborales, quienes eran explotados por los coyotes, el apodo común de quienes los ayudaban a cruzar el río Bravo y de los agricultores y comerciantes abusivos.

La crisis humanitaria que se vive hoy en la frontera norte, generada por el gobierno xenófobo y fascista de Donald Trump, puede hallar su explicación en La llanura sin límite (1952), ya que la situación social-económica tejana de los años 40 del Siglo XX no ha variado, así como tampoco los nombres en español de muchas de sus ciudades y aldeas: San Antonio, Álamo, Holgado…

Esa misma explicación invoca, implícitamente, la posible raíz socio-psicológica de los represores: el viejo temor de los estadounidenses wasp (white, anglosajón y protestante) de que los mexicanos recuperen Texas a través de la migración masiva y que en los hábitats de Texas vuelva a predominar el español mexicano y ahora, además, el latinoamericano.

En gran parte de la novela, los personajes invocan a Texas como su “patria” y como una entidad muy distinta a la mayoría de los otros estados de la Unión Americana. Al menos en tres ocasiones recuerdan que hace miles de años fue habitada por pueblos aborígenes; que fue colonia “española” (XVI-XIX) y perentoriamente “francesa” y que se independizó de México en 1836.

Cuando en una plática Leslie Lyndonn recordó a su marido que Texas había pertenecido a México y que, por lo mismo, los mexicanos eran los propietarios genuinos, Jordan Benedick se levantó agresivamente y a gritos le dijo que si esas palabras las hubiera escuchado en boca de un hombre lo habría matado inmediatamente.

Edna Ferber (EE. UU. 1885-1968) escribió una veintena de novelas: Cimarrón (1930), la más celebrada; varias obras de teatro y guiones de cinematografía. Fue también reportera de la agencia de noticias AP (Associated Press).