Existe algo terrible que ningún gobernante puede ocultar: el deterioro económico. Así utilice los medios de comunicación, los programas sociales o las conferencias mañaneras, la situación económica es tan tangible que no puede disimularse. Las excusas pueden servir, culpar a los antecesores, a “la mafia del poder”; pero si se siguen las mismas recetas, se obtienen los mismos resultados. Nada se puede ocultar para siempre, y más conviene ser realista y aceptar que las cosas no están bien.

Desde que el modelo económico neoliberal fue implementado durante el periodo presidencial de Miguel de la Madrid Hurtado, han pasado más de 42 años; en ese periodo se produjo un crecimiento económico mediocre de alrededor del dos por ciento, y la acelerada caída en el bienestar de las familias. Cuando el grupo de Andrés Manuel López Obrador (AMLO) llegó al poder, se encontró con este escenario de bajo crecimiento, pero con finanzas estables y un superávit fiscal. Se alardeó en torno al crecimiento económico del cuatro por ciento, que “se terminó con el modelo neoliberal” y que el problema económico radicaba en la corrupción, por lo que, terminando con ella, vendría una bonanza “como nunca se había visto”.

Pero nada de esto sucedió, el crecimiento económico no alcanza siquiera el uno por ciento, el modelo neoliberal continúa, pues no se puede acabar únicamente por consigna; y por donde se le vea, Morena no ha gobernado adecuadamente y la “Cuarta Transformación” (4T) pasará a la historia como el más ineficiente y corrupto gobierno que ha tenido México.

En este panorama, por más que se busquen “tres pies al gato”, no hay expectativas económicas favorables para el próximo año, de poco servirá comerse las doce uvas en la cena de año nuevo y brindar por el próximo año, el pronóstico económico es grotesco. Si bien se ha anunciado que el salario mínimo aumentará 12 por ciento, esto poco incidirá en el ciudadano de a pie, porque nadie vigila su aplicación y sirve de pretexto a los empresarios para subir sus precios; es decir, la inflación no cederá en todo el año.

Las cosas se pondrán interesantes, además, por la insistencia del presidente de Estados Unidos de revisar el Tratado México-Estados Unidos-Canadá (T-MEC) e imponer aranceles a los productos de exportación. Se concrete o no, con tales declaraciones se ha creado desconfianza en el mercado financiero, que describe a México como un país riesgoso para sus capitales; y el juego electoral de la Reforma al Poder Judicial representa ese ingrediente faltante para sembrar la desconfianza entre los inversionistas no sólo extranjeros, sino a los de casa, que con tiento tomarán sus decisiones.

El gobierno se manifiesta como un inversor poco rentable, pues ha optado por obras improvisadas y la nueva administración recibe un país en quiebra. Todo hace pensar que en 2025 se cosecharán los yerros del gobierno en turno. Sin inversión no hay crecimiento, no hay empleo y esto provoca que las familias no tengan recursos para consumo; y sin éste las empresas entran en una crisis; además, con el aumento del precio de los productos, las mercancías estarán ahí abarrotando las bodegas sin que las mayorías puedan comprarlas.

El comienzo del año es sombrío; las cosas no estarán nada bien. Durante las fiestas para recibir al Año Nuevo nos llenamos de energía y buena vibra y nos predisponemos para que sucedan cosas buenas, pero es mejor decir lo que viene para prevenirnos un poco. Aunque el escenario sea adverso, será un buen año, porque las condiciones económicas servirán para que tarde o temprano la gente se percate de que ha caído en un engaño; y la única esperanza de vivir mejor radica en luchar organizadamente para que un bienestar real nos alcance a todos.