Ésta fue formulada en 1868 por el joven escritor y coronel republicano Ignacio Manuel Altamirano (Tixtla, México 1834-San Remo, Italia 1893) con tres objetivos: utilizar la creatividad literaria como instrumento de unidad nacional; invitar a poetas, novelistas, dramaturgos, cronistas y periodistas a privilegiar en sus textos las costumbres, personajes y paisajes mexicanos; y a crear una literatura nacionalista que reconciliara a los escritores liberales y conservadores que habían rivalizado en las revoluciones de Ayutla (1853-58), Reforma (1859-1862) y la Intervención Francesa (1853-1867). El llamado logró reunir a 60 autores, entre ellos a veteranos como Ignacio Ramírez y Guillermo Prieto, y jóvenes como Manuel Acuña, Manuel M. Flores, Juan de Dios Peza, Manuel Gutiérrez Nájera y Vicente Riva Palacio, quienes colaboraron en la revista Renacimiento. A pesar de su corta duración (enero a diciembre de 1869), esta publicación detonó el “movimiento de liberación nacional” al que Altamirano aspiraba para superar el dominio que las letras extranjeras, en particular la francesa, inglesa y alemana, habían impuesto en el país.
La convocatoria de Altamirano fue leída en una tertulia de la Academia de Letrán y la acompañó con un preámbulo en el que sustentó su propuesta de crear una “novela nacional” con sucesos culturales, históricos y políticos. Las líneas siguientes argumentan este objetivo: “¿Quién no desea recoger en interesantes páginas las guerras de los indios de Yucatán, que son los araucanos de México; las tradiciones del pueblo tarasco, tan inteligente y tan poético; las terribles escenas de la frontera del norte, en cuyos desiertos cruzan ligeras las tribus salvajes y viven sobresaltados los colonos de raza española, con el arma al brazo y librando combates espantosos cada día?
“Mientras nos limitemos a imitar la novela francesa, cuya forma es inaceptable a nuestras costumbres y a nuestro modo de ser, no haremos sino pálidas y mezquinas imitaciones, así como no hemos producido más que cantos débiles imitando a los trovadores españoles. La poesía y la novela mexicana deben ser vírgenes, vigorosas, originales, como lo son nuestro suelo, nuestras montañas, nuestra vegetación… no negamos la gran utilidad de estudiar todas las escuelas literarias del mundo civilizado; seríamos incapaces de este desatino; nosotros, que adoramos los recuerdos clásicos de Grecia y Roma; nosotros, que meditamos sobre los libros del Dante y Shakespeare; que admiramos la escuela alemana y que desearíamos ser dignos de hablar la lengua de Cervantes y de Fray Luis de León: al contrario, creemos que estos estudios son indispensables; pero deseamos que se cree una literatura absolutamente nuestra, como todos los pueblos tienen, los cuales también estudian los monumentos de los otros, pero no fundan su orgullo con imitarlos servilmente”.