Los eventos deportivos siempre se han definido por ser celebraciones caracterizadas por el esfuerzo humano impreso en éstos, donde destaca la competencia y la unión; como ejemplo, los Juegos Olímpicos (JJ. OO.) o los mundiales de futbol. Pero en esos momentos de euforia, a poco tiempo de que se celebre un mundial de futbol en nuestro país, nos enfrentamos a una realidad preocupante: el impacto ambiental de estas celebraciones resulta significativa. Desde estadios iluminados toda la noche hasta toneladas de desechos plásticos, las emisiones de carbono por los viajes de equipos, aficionados y logística, son inmensas. Los residuos plásticos, como vasos, botellas y envolturas, abarrotan vertederos y mares después de cada evento de este tipo.

El precio ecológico que pagamos por el espectáculo es algo que ya no podemos ignorar. Y a esto debe sumarse que la construcción de estadios y otras infraestructuras consumen recursos naturales que podrían utilizarse responsablemente en obras de primera necesidad que tanta falta hacen en nuestro país.

En mi opinión, los eventos deportivos podrían ser más que un espectáculo, pueden convertirse en plataformas para fomentar la sostenibilidad y educación ambiental, pues llegan a millones de espectadores. No se trata de demonizar los eventos deportivos, la que escribe ama el deporte tanto como cualquier aficionado; pero es momento de exigir que estas experiencias se alineen con los valores que necesitamos para enfrentar los desafíos globales actuales. Sin embargo, para lograr esto, necesitamos un cambio en la planificación y ejecución para estos magnos eventos.

Pero no todo está perdido. Existen iniciativas de la sostenibilidad relacionada con la grandeza de estos espectáculos deportivos. Por ejemplo, los Juegos Olímpicos de Tokio 2020 nos dejaron lecciones valiosas al construir instalaciones reutilizando materiales alternativos y al usar medallas hechas de residuos electrónicos reciclados.

Sin embargo, estos ejemplos aún son la excepción y no la regla. Necesitamos que todas las organizaciones deportivas y gobiernos se comprometan con objetivos claros que midan la sostenibilidad. ¿Por qué no exigir que la energía de los nuevos estadios sea completamente autosuficiente?, ¿o que los grandes torneos garanticen la neutralidad de carbono en cada edición?

La sostenibilidad en los eventos deportivos no es sólo una moda o un lujo, es una necesidad. Si queremos que las futuras generaciones puedan disfrutar el deporte tanto como nosotros, debemos actuar ahora. Los eventos deportivos tienen un poder transformador único, pueden unir a personas de diferentes culturas y creencias, y ese mismo poder puede usarse para inspirar un cambio global en nuestra relación con el medio ambiente. No se trata únicamente de reducir el impacto ambiental, sino de demostrar que es posible combinar la pasión por el deporte con el respeto por el planeta. Superar límites y hacer lo correcto, no sólo en la cancha, sino también fuera de ella constituye el verdadero espíritu del deporte. En definitiva, la sostenibilidad en los eventos deportivos no es un objetivo lejano, es una meta que debemos abrazar hoy. Y los gobiernos también son responsables de desempeñar un papel crucial en este desafío; en nuestro país se deben implementar políticas para garantizar que los eventos deportivos sean más responsables con el medio ambiente. Por ejemplo:

• Regulaciones para la construcción sostenible: leyes para que los estadios nuevos cumplan con estándares de eficiencia energética y sostenibilidad, como certificaciones LEED.

• Inversiones en infraestructura verde: que se destinen fondos para desarrollar sistemas de transporte público que reduzcan la dependencia de los automóviles durante grandes eventos deportivos, como ocurrió en los Juegos Olímpicos de Londres 2012.

• Impuestos verdes y subsidios: que se penalice económicamente a los organizadores que incumplan con estándares ecológicos, mientras se ofrecen incentivos fiscales a los que adopten prácticas sostenibles.

• Políticas de reciclaje obligatorio: que los eventos estén sujetos a obligaciones que implementen programas de reciclaje y reducir los desechos plásticos.