Johnny tomó su fusil ha sido considerada una obra maestra del cine antibélico. Sin embargo, su crítica de la guerra imperialista va más allá de centrarse sólo en el aspecto que la mayoría de filmes de este género cinematográfico se centran: la destrucción y muerte que provocan las guerras. Johnny tomó su fusil hace una crítica que va directo al corazón del orden social, el cual es tan inhumano que llega a envenenar la mente y el corazón de millones de seres humanos que terminan por creer y apoyar la deshumanización.
La enfermera que atiende a Johnny (Marsha Hunt), quien tiene una profunda compasión por el joven por su enorme desgracia, logra entablar comunicación con él: dibuja con sus dedos letras de las palabras en el pecho del soldado. A raíz de esto último, los médicos militares que vigilan su estado físico descubren que Johnny puede comunicarse con ellos moviendo la cabeza, utilizando clave morse. Los médicos ordenan a un telegrafista que le pregunte a Johnny qué quiere: él pide que lo saquen de ese lugar, lo exhiban en las ferias, en las playas, que lo lleven a la fiesta del 4 de julio; “póngame en una urna de cristal y cóbrenle a la gente para que me vea, que la gente se divierta. ¿Han visto a la mujer de dos cabezas de Tombuctú? ¿Y al hombre de cara de perro que se arrastra como un reptil? Pero ellos son distintos. Así nacieron, así los hizo Dios. Pero esto que está en una urna es hecho por los hombres; por usted, por mí, por el vecino de al lado y requiere mucha planificación y cuesta mucho dinero. Que me hagan publicidad como el único trozo de carne del mundo que habla con la nuca… digan que soy el último hombre del mundo que se alistó en el ejército, creyendo que el ejército hace hombres”. Johnny solicita que lo maten si no pueden hacer esto por él. El oficial de mayor rango dice que cierren las ventanas donde está Johnny, que lo droguen y así lo mantengan. Cuando la enfermera se queda a solas con Johnny, en un profundo acto de compasión, intenta cortarle el suministro de oxígeno para acabar con el sufrimiento del soldado, pero es descubierta.
Johnny tomó su fusil, la cinta que dirigió Dalton Trumbo en 1971, no es un simple alegato antibélico, es una crítica feroz, demoledora, al orden social que envía a la guerra a sus mejores hombres y los manda porque los plutócratas tienen una insaciable hambre de ganancias, un deseo bestial e infame de acumular riquezas.
La autorización de Joe Biden para el empleo de misiles balísticos de largo alcance que permitan bombardear en lo profundo el territorio de Rusia, muestra una vez más de qué son capaces los imperialistas en su afán de mantener el dominio que ha llevado ya a cientos de miles de soldados a morir en Ucrania, mientras las grandes compañías corporativas que integran el complejo militar industrial norteamericano se enriquecen a manos llenas (los contribuyentes norteamericanos pagan con sus impuestos la compra del armamento que es llevado a Ucrania, pero las ganancias se las quedan las grandes compañías proveedoras de material bélico). Cuando Trumbo filmó Johnny tomó su fusil, el gobierno de Estados Unidos estaba agrediendo a otra nación que defendía su soberanía; agredía a Vietnam: ahí, millones de vietnamitas sufrían los bestiales bombardeos que destruían ciudades, aldeas y despedazaban miles de cuerpos de soldados, pero también de mujeres y niños, como ahora lo hacen en Gaza los sionistas de Israel, que son los perros de presa del imperialismo yanqui en Medio Oriente.