Para la humanidad entera y para México en particular, el triunfo de cualquiera de los dos candidatos, republicano o demócrata, sería prácticamente lo mismo. El gobierno demócrata de Biden demostró con hechos su inclinación hacia la guerra, a la invasión y al entronizamiento del imperialismo en el mundo.
La preparación de la guerra contra Rusia, utilizando como instrumento al gobierno neofascista de Ucrania, es un claro ejemplo de la naturaleza del partido de Biden. Después, cuando su plan abortó, gracias a la Operación Especial lanzada por Rusia, el mundo pudo conocer todas las maquinaciones del demócrata, incluso la intención de usar armamento nuclear desde Ucrania; ya descubierto, el gobierno de Biden encabezó la guerra imperialista contra la Federación Rusa junto con sus esbirros, es decir, sus “aliados” de Europa, una guerra que sostiene, armando peligrosamente a Ucrania.
Ese belicismo es la verdadera cara del gobierno demócrata de Estados Unidos y también es la cara de su candidata, no podía ser de otro modo. ¿Qué podía esperar el mundo de un triunfo demócrata? ¿Qué podían esperar China, Medio Oriente, Palestina, México, los migrantes radicados en Estados Unidos y los que pugnan por llegar a ese infierno para librarse del infierno en que viven? Todos ellos suman muchos millones de seres humanos, una gran parte de la humanidad.
Quien ganó fue Donald Trump, de quien no se puede esperar nada diferente; así lo indican sus claras amenazas de continuar la guerra comercial imponiendo aranceles del 100 por ciento a los productos de China, 25 por ciento a los mexicanos, etc.; el anuncio de una masiva deportación de migrantes, “como nunca se ha visto en aquel país”, al día siguiente de su llegada a la Casa Blanca; el cierre de las fronteras y la asignación de un mayor presupuesto para la “defensa”. Pero no se trata sólo de sus discursos de campaña, también son sus hechos: basta recordar su apoyo al sionismo y los bombardeos contra Siria, así como su política antiinmigrante y la construcción de un extenso muro en la frontera con México durante su primera administración.
No había gran diferencia entre ambos candidatos porque los dos representan los mismos intereses: los de las élites de la superpotencia imperialista, de los grandes consorcios trasnacionales y de los lobbys que financiaron las dos multimillonarias campañas electorales y a quienes servirá en adelante el ganador.