El grupo multipolar integrado por Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica (BRICS), que desde hace varios años opera como un contrapeso del bloque unipolar de Occidente, inició recientemente una reunión para analizar la situación de la economía mundial y dar la bienvenida a cinco naciones que este año se le incorporarán. Después de la Segunda Guerra Mundial, el país que quedó como el mandamás del mundo fue Estados Unidos (EE. UU.). Su visión supremacista lo llevó a crear instituciones internacionales totalmente serviles a sus intereses, como la Organización de las Naciones Unidas (ONU); el Fondo Monetario Internacional (FMI); el Banco Mundial (BM), el Banco Internacional de Reconstrucción y Desarrollo (BIRF) y la Organización para el Tratado del Atlántico Norte (OTAN). El mismo Estado de Israel fue formado e impuesto en un territorio que formaba parte de Palestina. Durante la famosa Conferencia de Bretton Woods, celebrada en Nuevo Hampshire en 1944, se establecen los tipos de cambio fijos y el dólar estadounidense, como la moneda patrón o de referencia, lo que permitió a EE. UU. imprimir papel moneda, entregarlo a otros países y recibir a cambio mercancías; o, en otras palabras, se le permitió entregar papeles a cambio de mercancías, con lo que fortaleció su economía estadounidense y se posicionó como la primera economía del mundo en un marco de desigualdad y un tanto de artificialidad.

Con la caída del bloque socialista, que se opuso a la economía supremacista estadounidense, Washington se quedó solo y a sus anchas para imponer el modelo neoliberal en gran parte del mundo. Entonces se supuso que si el bloque socialista no era la alternativa para sacar de la pobreza a la humanidad, el modelo estadounidense era el adecuado para lograr este objetivo. Pero ello no sucedió y, por el contrario, la pobreza en el mundo y en el mismo EE. UU. se incrementó. Y esto ocurrió así porque, en la práctica, el “principio del goteo”, –es decir, el supuesto de que los ricos se harían más ricos, invertirían más, generarían más empleos y llegarían más recursos a la población– fue una mentira y un engaño más del imperialismo occidental. Una falacia con la que éste amplió su control sobre buena parte del mundo mediante las invasiones militares, los bloqueos comerciales y el cambio de oro por cuentas de vidrio que denomina “tratados de libre comercio”, etc. Las bases militares estadounidenses se extendieron en todo el mundo y sus organizaciones de espionaje e intervencionistas orquestaron “revoluciones de colores” y la muerte violenta de presidentes como Sadam Hussein o Mohammad Gadafi. Pero además utilizaron –y siguen utilizando– armas “blandas” como las redes sociales y las películas de Hollywood con las que manipulan la conciencia de muchos habitantes del planeta. Y conocemos el resultado: el mundo está peor, las crisis económicas se han agudizado, la violencia campea y, en el propio EE. UU., la situación no es mejor, pues fue el país con más muertes durante la pandemia de Covid-19; y sus jóvenes cotidianamente matan sin razón a muchas personas en colegios, mercados y calles.

Por esto resulta importante que en el grupo de los BRICS exista y se elabore una puntual revisión de las condiciones sociales y económicas prevalecientes en el mundo para que se abra una nueva ruta económica en la que los intercambios comerciales entre los países se realicen con nuevas bases y sentido de cooperación. Se trata de dejar atrás el comercio en el que el actor fuerte impone todo y el resto obedece; donde se juega a la pirinola, pero el único que hace girar todas sus caras que muestran “todos ponen” es EE. UU., Egipto, Irán, Emiratos Árabes Unidos, Etiopía y Arabia Saudita se integran este año al grupo de los BRICS. Argentina iba a incorporarse; pero Milei se retractó como un acto de servilismo ante el imperialismo occidental. Con el aumento de los miembros de los BRICS, se fortalecerá su capacidad para enfrentar las vicisitudes de una economía que les imponía el dominio monetario del dólar. Ahora, las transacciones entre ellos están “desdolarizadas”, es decir, se hacen con sus monedas propias; y con la creación del banco BRICS podrán prescindir del FMI, órgano financiero imperialista que impone sanciones económicas sobre muchos países del mundo.

Por su cercanía, México ha puesto casi todos “los huevos de la canasta” en EE. UU.; y ahora más del 80 por ciento de nuestras exportaciones pararán a manos de este vecino, que en los años 90 nos obligó a firmar el Tratado de Libre Comercio de Norteamérica (TLCAN) y casi tres décadas después volvió a hacerlo para suscribir el Tratado-México-Estados Unidos-Canadá (T-MEC) que, además de no mejorar significativamente los niveles de pobreza de la población mayoritaria del país, nos impide establecer tratados de libre comercio con países tan importantes como China y Rusia, norma que contraviene a todas las leyes del “sacrosanto mercado”, que la oligarquía gringa dice defender. Hoy ésta lanza una feroz campaña contra China por una sola razón: su capacidad productiva que supera en mucho a la de EE. UU., ha caído en la obsolescencia. Por ejemplo, en el mercado automotriz mexicano se han posicionado las marcas chinas debido al bajo precio y alta calidad de sus productos, frente a lo que los vehículos estadounidenses no pueden competir; en nombre del “libre comercio” han decidido imponerles aranceles (Canadá ya impuso éstos al 100 por ciento de los autos eléctricos provenientes de China).

¿Qué gana México con imponer aranceles a estos vehículos? Nada. Al contrario, pierde. México recibe piezas de vehículos gringos para armarlos y luego “exportarlos” a EE. UU. Es decir, servimos de “su bóiler”; calentamos el agua para que otros se bañen. México no tiene industria automotriz propia qué proteger; porque no tenemos carros diseñados y fabricados integralmente en el país; y tampoco nos ayuda imponer aranceles a las mercancías de buena calidad y de bajo precio, porque con ello estaríamos castigando a los mexicanos que pueden adquirirlas más baratas. Finalmente, debemos aclarar que la economía mexicana no ha crecido y que hay economistas como Gerardo Esquivel que afirma que no debemos confundirnos y únicamente voltear hacia EE. UU., pero esa actitud sólo beneficia a los grandes monopolios y a las poderosas clases capitalistas, pero no al pueblo pobre de México. Lo único que puede beneficiar realmente a la población mayoritaria del país es cambiar la situación de la siguiente manera.

Sin dejar de ver las ventajas que se obtienen al seguir comerciando con EE. UU., México debe incorporarse al grupo de los BRICS, ejerciendo su derecho a decidir lo que mejor convenga a sus trabajadores y al pueblo en general. Aunque en este gobierno, al igual que los anteriores, no se haya optado por tal asociación, debemos insistir en que los mexicanos nos organicemos y luchemos hasta alcanzar el poder político, lo que nos permitirá tomar decisiones favorables a los trabajadores y no, como ahora sucede, que beneficien a los poderosos. Los BRICS son la mejor opción para México y el mundo.