Este año, Todd Phillips filmó la secuela de su cinta Joker (2019): Joker: Folie à Deux (también conocida en Hispanoamérica como Guasón 2). Al igual que la cinta de 2019, Phillips nos presenta una historia llena de violencia y continúa pintando el retrato de Arthur Fleck (Joaquín Phoenix), un vesánico asesino que está siendo juzgado por los crímenes que cometió. Fleck está recluido en un hospital psiquiátrico y su abogada Maryanne Stewart (Catherine Keener), quien pretende que su cliente sea considerado como víctima de una enfermedad mental que consiste en que Joker es un ser imaginario que se posesiona de Arthur; ese payaso sanguinario y extremadamente brutal es una manifestación de una enfermedad mental que padece Arthur llamada trastorno de identidad disociativo.

Esta secuela, realizada por Todd Phillips, al igual que la anterior cinta sobre Joker, se desenvuelve en un ambiente lúgubre en el que Fleck y todos los que lo rodean (reclusos, celadores, médicos, policías, juzgadores, público en general, etc.) son personajes propios de una terrible pesadilla. Ese ambiente opresivo y de sordidez moral es un reflejo de la podredumbre del orden social capitalista. Esa sordidez moral es tal, que a lo largo del film, no existe la intención de descubrir las verdaderas causas que han hecho surgir a un personaje tan siniestro como Arthur. Esto no es algo casual, pues la historia se limita a señalar que Arthur sufrió abuso sexual infantil. Muy bien, dirán algunos críticos u opinadores: “¡ahí está la explicación de los traumas de Fleck!”. Pero la verdadera pregunta seguirá sin responderse: ¿Y por qué en las sociedades más avanzadas del capitalismo –como la norteamericana– existen estos brutales abusos? ¿Acaso torcer la vida de un niño es algo fortuito, producto de hombres o mujeres cuya maldad es algo inherente a su propia naturaleza individual? ¿La maldad es de origen biológico o social?

En Joker: Folie à Deux, el realizador no intenta dar siquiera una pequeña esperanza a quienes desean que una sociedad tan decrépita, insana y demencial se termine. Y yo creo que Todd siguió presentándonos a un Fleck, igual de canalla, sin dar tregua a nada –como si fuera la expresión destilada de un nihilismo puro–. Un Joker que aparece en la historia como una repetición continua, que no conmueve ya a los espectadores y más bien se torna aburrido, a pesar de su cinismo demencial. En un intento por hacer más atractiva la historia, Todd Phillips, contrata a Lady Gaga, quien interpreta a Harleen Lee Quinzel, una mujer que finge ser una paciente psiquiátrica del mismo hospital en donde se encuentra recluido Fleck. Harleen se acerca al payaso asesino porque lo admira y se identifica profundamente con él. Sin embargo, Harleen se decepciona cuando Fleck, en el juicio que enfrenta, en el que ha asumido su propia defensa legal, admite su responsabilidad en los asesinatos. 

Joker: Folie à Deux no ha tenido el éxito en taquilla que esperaban los productores de la cinta. Y creo que, a pesar de que el cine estadounidense y sus imitadores europeos creen que la creación de monstruos es uno de los negocios más rentables en el cine, no siempre estos monstruos resultan los imanes infalibles de la taquilla. Ni las destacadas actuaciones de Joaquín Phoenix y Lady Gaga, hicieron la “magia” suficiente para cautivar al público.