El desarrollo motriz se refiere al progreso secuencial y dinámico de habilidades motoras que ocurre a medida que el sistema nervioso central madura durante los primeros años de vida. Estas habilidades son adquiridas a través de la interacción con personas, objetos y entornos y requieren de oportunidades para realizar acciones en un ambiente motivante.
Evidentemente, este desarrollo comienza desde los primeros años de vida (dos a seis años), con movimientos fundamentales que los seres humanos aprenden, denominados Habilidades Motrices Básicas (HMB), como ejemplo: caminar, correr, saltar, trepar, girar, lanzar, etc., pasando por el perfeccionamiento y refinamiento (siete a 12 años), hasta llegar a la consolidación y aplicación en deportes y actividades físicas (13 a 18 años).
Sin embargo, en México nos encontramos con un enorme déficit de desarrollo motriz al llegar a la etapa de la adolescencia, pero, ¿por qué sucede esto?
La Asociación Internacional de Educación Física (2018) recomienda 150-200 minutos semanales de actividad física para niños de 6 a 12 años y para adolescentes de 13 a 18 años; la Unión Europea de Educación Física (2020) recomienda de 120 a 150 minutos semanales.
Sin embargo, en México los niños de educación primaria (6-11 años) tienen dos sesiones de 45-60 minutos cada una, lo equivalente a 90-120 minutos a la semana (SEP, 2020) y los alumnos de nivel medio superior (15-18 años), tienen una sesión a la semana de 50-60 minutos, dejando claro que, la educación física en México tiene desafíos y demasiadas limitaciones que afectan su efectividad para el desarrollo motriz de los estudiantes.
Y, ¿qué pasa con las autoridades ante esta situación? La actitud del gobierno hacia la educación física e incluso hacia la actividad física en general ha sido objeto de críticas y preocupaciones pues, en primer lugar, no son consideradas una prioridad en la política educativa nacional; en segundo, los recursos asignados para son insuficientes; tercero, no existe una coordinación entre la Secretaría de Educación Pública (SEP) y la Secretaría de Salud (SSA) y otros organismos gubernamentales; cuarto, una insuficiente inversión en programas de capacitación para los profesores; quinto, no hay un sistema de evaluación y seguimiento de los programas. Esta actitud es insuficiente y no se prioriza la salud y el bienestar de los estudiantes.
Necesitamos urgentemente un cambio de enfoque, pero sobre todo una verdadera inversión para atacar a fondo los grandes desafíos y así poder lograr una verdadera enseñanza de la educación física de calidad.
Es decir, se necesita establecer una política nacional integral, asignar recursos suficientes, fortalecer la coordinación institucional, implementar programas de capacitación de los docentes y evaluar los resultados de los programas.
Hasta el momento, nada de esto se contempla dentro del plan educativo que se instrumentará con Mario Delgado, exlíder morenista, en la Secretaría de Educación Pública, lo que es una política errónea, porque mientras la actividad física permanente y planificada no sea parte medular de la formación de los mexicanos, continuaremos sin poder desarrollar toda la potencialidad física y mental de nuestro pueblo.