La realidad y el arte se entretejen, no se imitan.

Ferrater Mora fue catedrático de filosofía en varias universidades estadounidenses e incursionó en la industria cinematográfica como guionista, de cuya tarea aprendió a ser crítico de cine. En esta antología hay dos ensayos en los que advierte con agudeza que, en una película, sus autores no son únicamente el director escénico y los actores principales, sino también los secundarios, el guionista, el escenógrafo, el que realiza el montaje, los utileros, etcétera.

Uno de los artículos está dedicado al famoso director escénico aragonés Luis Buñuel, de cuya inicial filmografía surrealista (Un perro andaluz, 1930 y La edad de oro, 1932) declaró no haber sido adicto; pero de quien encomió su posterior adhesión al realismo, sobre todo cuando entendió que debía desprenderse “de todo lo que no fuese importante, lo principal, lo esencial para él”. Es por todo esto, concluye, que “lo más probable es que el arte y la realidad no se imiten uno a otro, sino que más bien se entretejan. Conviene, pues, manipular ambos con suma destreza si se quiere evitar caer en cualquiera de las tres trampas con las que el artista tropieza a cada paso: el realismo, el ilusionismo y el confusionismo”.

Otro de los análisis interesantes de José Ferrater Mora, incluido en la compilación Ventana al mundo, es el que lleva el título Patton –filme estadounidense que alude a las acciones relevantes del general George Patton, efectuadas durante la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), en los frentes de los países de la Alianza en África, Italia y Francia (Normandía)– porque allá descubre que el relato filmográfico no es estrictamente laudatorio, sino muy objetivo, incluso revelador, ya que las imágenes y dicciones evidencian al milico gringo como un criminal de guerra.

“Cualesquiera que hayan sido sus intenciones originales, los autores de esta película la han ido saturando de ambigüedad. Cabe interpretarla como un canto de gloria al militarismo patriotero y también como una crítica despiadada de todo heroísmo bélico. Según como se mire, Patton es un héroe sublime o un loco rematado ¿O será lo primero por ser lo segundo?... Sí, el general Patton ama la guerra. La ama entrañablemente, con todo lo que acarrea consigo: la muerte, el sufrimiento, las ruinas. Como los románticos las tempestades, Patton encuentra la guerra sublime. La ambigüedad se despeja al fin, y desde su fondo surge lo único que hubo desde el principio: la demencia total”.