Las prácticas de corrupción más frecuentes en Latinoamérica 

Uno de los mayores atractivos de la investigación periodística de Verbitsky se halla en la lista de las prácticas de corrupción más comunes en su país y que, por supuesto, son compartidas por la mayoría de los países del llamado “tercer mundo”: robo descarado del tesoro gubernamental, exigencia de sobornos a empresarios y ciudadanos, exceso de trámites burocráticos, su retraso deliberado, ausencia de licitaciones a fin de adjudicar directamente obras y servicios, nepotismo que favorece a parientes y amigos y, entre otros más, abusos de autoridad.

Las corruptelas, conocidas en ese país como “pagos de peaje”, “coimas” (término árabe equivalente a precio) y “compras de influencia “, son provocadas básicamente por los bajos salarios de los burócratas de nivel bajo, la desmedida ambición de los funcionarios públicos de mayor jerarquía y la idea de éstos y los gobernantes de que cuando asumen un cargo público éste pasa a formar parte de su propiedad. Esta presunción fue generada por el colonialismo español (siglos XVI-XIX), la heredaron los gobiernos poscoloniales y es conocida como “patrimonialismo”.

Cuando asumió la presidencia en 1989 El Turco –así apodaban a Carlos Saúl Menem (1930-2021) por su ascendencia siria–, Argentina enfrentaba una de sus crisis económicas más catastróficas, pues la inflación era del 100 por ciento, el desempleo de dos dígitos; el dólar llegó a cotizarse entre ocho mil 500 y 10 mil 880 australes (moneda local) y la deuda externa casi se triplicó al saltar de 65 mil a 151 mil millones de dólares.

El dinero de la privatización de paraestatales lo ayudó a aliviar la bancarrota un par de años, pero también a que varios de sus colaborares comprobaran la eficacia del “método de privatizar ganancias y socializar pérdidas” y qué tan “perversa” puede ser la relación “entre el Estado y las empresas privadas”. Según Verbitsky, en ese periodo, como ocurrió en otros países latinoamericanos, entre ellos México, los tecnócratas se formularon esta pregunta: 

“¿La corrupción es inherente al ajuste neoliberal o, por el contrario, constituye apenas un error o un exceso, que debe y puede suprimirse para no contaminar la pureza del modelo? La posición de los Estados Unidos y del amplio espectro político y empresarial que respaldó su planteo era la segunda” … Pero los corruptos no fueron de ese parecer y poco les importó que los empresarios extranjeros pensaran que Argentina era “el peor país de América Latina en cuanto a la integridad moral de su burocracia”.