Este libro compila los estudios que 11 psicólogos, sociólogos y antropólogos dedicaron al fenómeno de la comunicación de masas en Estados Unidos (EE. UU.) en la primera mitad del Siglo XX, cuando los medios impresos empezaban a ceder frente a la radio y la televisión y el emergente sistema de información computarizada apenas comenzaba a “pestañear”. Las investigaciones reunidas por Wilbur Schramm (EE. UU., 1907-1987) fueron enfocadas a medir la capacidad que dichos medios de información tenían para modificar usos y costumbres sociales, filiaciones políticas y creencias religiosas,
En principio, los textos aclaran que la comunicación humana se da cuando hay un emisor, un receptor y un mensaje; que éste puede ser lo mismo una mancha y un conjunto de “compresiones refacciones en el aire” (palabras), que gestos, risas, imágenes, signos, símbolos y colores (las luces roja, verde y amarilla del semáforo); que los significados deben ser conocidos por el emisor y el receptor; que sin comunicación no existirían los grupos humanos; y que estos intercambios cohesionan o disocian comunidades, culturas, estados nacionales, creencias religiosas y partidos políticos.
También advierten que la capacidad de persuasión, rechazo y modificación de un mensaje depende de su contenido, de la credibilidad y prestigio del emisor, del número de repeticiones y, asimismo, de la experiencia, edad, nivel educativo, capacidad intelectual, gustos, creencias, prejuicios y características del receptor. Con respecto a éste, detallan que los individuos de carácter fuerte, introvertidos, fanáticos religiosos y políticos y psicópatas difícilmente cambian de opinión; en contraste con los extrovertidos, fantasiosos, mentirosos y poco educados, quienes son más susceptibles de modificar.
Los análisis resaltan que en los mercados de consumo básico (alimentos, ropa, mobiliarios, enseres domésticos), religiosos y políticos, los medios masivos no sólo influyen más, sino también refuerzan el consumo debido a que la gente acoge mejor los mensajes afines que los adversos. Pero aclaran que para cambiar la opinión de las personas la comunicación personalizada, aunque lenta, es más efectiva que aquéllos, sobre todo cuando sus emisores reúnen características como la de ser gregarios, estar bien informados y ser vistos como líderes de familias, grupos de amigos, compañeros de trabajo, partidos y comunidades religiosas.
Los estudios, la mayoría sustentados en encuestas, revelan que los mensajes de contenido violento (frecuentes en medios de comunicación de EE. UU.) sólo influyen contundentemente en los receptores predispuestos a las conductas antisociales.