El reino milenario es el comunismo científico”.
En la muy variada obra ensayística de Askinasy abundó la interpretación del contenido estético y humanitario de las expresiones artísticas que más degustó y analizó (literatura, música, pintura, arquitectura, cinematografía), así como la evaluación de los fenómenos sociales de que fue testigo directo e indirecto como sociólogo y antropólogo.
En sus prácticas iniciales de antropología, según Cardiel, resaltó el uso de la serología como una expresión de ansiedad por indagar los secretos más profundos de las culturas humanas. Sin embargo, esta indagatoria propició finalmente que sus colegas optaran por definir a las razas con el uso del análisis de los productos culturales e históricos y no con los elementos biológicos.
Con respecto al socialismo, en el que militó desde muy joven, Askinasy tenía también una visión muy personal que no difería mucho de la que inicialmente sostuvo el joven Carlos Marx –autor de los Manuscritos económico-filosóficos de 1844– toda vez que le atribuía un contenido religioso y lo denominaba “comunismo cristiano”.
El filósofo ruso-ucraniano incurría en este postulado a pesar de que sabía, como lo evidencian sus ensayos, que el comunismo científico no aspira a imponer “ninguna utopía definida o positiva”, ni “la realización de ningún ideal”, sino únicamente a liberar a los trabajadores de la explotación indiscriminada de los dueños del capital.
Pero en Askinasy, quien por su apellido compartía con el sabio alemán una ascendencia judía y quizás también en su infancia el credo familiar cristiano, es persistente la tendencia a asociar el socialismo con el cristianismo; y en abono de esta creencia, como antropólogo e historiador halló varias muestras de campo que parecieron confirmar tal aserto.
Algunas de ellas lo llevaron a afirmar que el pueblo ruso concibió el socialismo como una “religión positiva”, debido a que la doctrina del “reino de los trabajadores” era en realidad la promesa de un “reino milenario” en el que prevalecerían “para siempre la libertad, la igualdad y la fraternidad de los pueblos del mundo”.
En su ensayo El problema del socialismo en México, el autor ruso incluye esta anécdota: que en la alforja de un miliciano de la Cheka (policía secreta) fue hallada en 1919 una libreta manuscrita en la que se reproducía esta oración político-religiosa: “En el nombre del padre, del socialismo, el hijo, el comunismo, el espíritu santo, el marxismo, ¡proletarios de todos los países, uníos!”.