Aun cuando se publicita desmedidamente que se ha avanzado en garantizar los derechos humanos, la equidad de género y otras mentiras, lo cierto es que México luce extremadamente desigual; porque mientras una minoría disfruta las ganancias mal habidas y escandalosas, otros, la mayoría, apenas gana para comer. En los tiempos que corren, éstos, que únicamente poseen su fuerza de trabajo, ni siquiera reciben lo suficiente para reponerse de su desgaste laboral; y a la hora de sentarse a la mesa, observan que la calidad y la cantidad de sus alimentos resultan ínfimos; en contraste con los dueños de los medios de producción, a quienes sobra todo y de todo. ¡Ah, pero cuánta publicidad gubernamental reciben los pobres para hacerlos creer que ahora están mejor que nunca! ¿Mejor en qué? No tienen nada.

Los ingresos recibidos por sus familias se destinan al consumo básico, específicamente a la compra de alimentos, cuyos precios son cada vez mayores porque la inflación no cede y no les permite la mínima pausa para el reposo. Cifras oficiales reportan que, en la primera quincena de julio, el consumo fue de 5.61 por ciento, información que para el gobierno en turno no mereció ninguna preocupación porque, según sus “datos”, se hallaba en rango tolerable o “bajo control”; aunque, para la mayoría de las familias mexicanas, tal ascenso inflacionario representa sólo una más de las múltiples pesadillas que debimos enfrentar a lo largo de este sexenio. 

El Financiero reveló últimamente los aterradores precios que han alcanzado algunos productos agrícolas: el chayote reportó un incremento anual de 121.65 por ciento; el jitomate, 81.27; la cebolla, 47.66; la calabacita, 43.18; la zanahoria, 39.45 por ciento y qué decir del aguacate y otros alimentos, cuyos precios superan los 100 pesos por kilogramo; es decir, casi la mitad del salario mínimo.

Aun cuando los poderosos medios de comunicación pinten a los trabajadores un mundo mejor, a la hora de hacer sus compras, quedan aturdidos por el alto nivel de la inflación. Puede haber algún economista trasnochado que la interprete como consecuencia de las mejoras aportadas por el gobierno de la “Cuarta Transformación” –hay empleo, apoyos monetarios y el salario mínimo elevó su cuota diaria– pero no difunden que este aumento fue trasladado por los empresarios a los precios de las mercancías para ganar más; que el precio de los energéticos se incrementa también; que el litro de gasolina hoy cuesta 25 pesos y superó el “gasolinazo” de Enrique Peña Nieto; el alto nivel de inflación que hoy padece México se debió al prolongado periodo de sequía, a la pérdida de cosechas, al aumento en los insumos agrícolas; a las extorsiones que el crimen organizado impone en gran parte de la República y a la también criminal ineficiencia del gobierno que está por concluir. 

Pero frente a estos incrementos al precio de las mercancías y los servicios básicos, con los que las familias apenas logran “irla pasando”, como decimos coloquialmente, en pocos días, los mexicanos de las clases pobres y medias-bajas tendremos que enfrentar una complicación más: el inicio del ciclo escolar 2024-2025, que los obligará a comprar útiles escolares y a pagar colegiaturas, sin que en el futuro próximo se vislumbre la mínima posibilidad de que el alto nivel de la inflación ceda. Una escena dantesca donde, en vez de vislumbrarse un fin, la pesadilla apenas comienza.