Ahora que el candidato a la presidencia de Estados Unidos, el expresidente Donald Trump, sufrió un atentado de asesinato que por milímetros se pudo haber consumado (y que está sirviendo para potenciar su candidatura, lo que hace suponer a muchos analistas y politólogos que es ya el virtual ganador de las elecciones a efectuarse en el próximo mes de noviembre) y que se ha vuelto a la teoría del asesino solitario, sobada explicación de esta tentativa de homicidio a manos de un resentido social, un desequilibrado mental que decide por sí mismo y sin la intervención de ningún otro personaje o agrupación política, es inevitable pensar en el célebre filme de culto de Martin Scorsese, realizado en 1976: Taxi Driver.

Sin duda, Taxi driver no sólo se convirtió en poco tiempo en un filme de culto, sino que se le atribuye, entre otras cosas, el que la historia narrada en él haya inspirado a otros “desequilibrados” a intentar magnicidios, como el intento de asesinato, en 1981, del entonces presidente Ronald Reagan. Ese supuesto enfermo mental se llama John Hinckley; él le disparó a Reagan y su comitiva cuando salían de una conferencia realizada en el hotel Washington Hilton, en Washington D. C.; tres personas resultaron heridas, incluido el mandatario. Sin embargo, éste sólo recibió un impacto muy disminuido en potencia, dado que fue el rebote de una bala. Cuando se efectuaron las investigaciones sobre los motivos de Hinckley para realizar el atentado, éste dijo haber visto la cinta Taxi driver por lo menos 15 veces, llegando a identificarse con el personaje central del filme de Scorsese, Travis Bickle (interpretado por Robert De Niro) y tener –según los psicólogos que analizaron el caso– una obsesión erotomaníaca por la actriz Jodie Foster, quien interpreta a una prostituta de 12 años.

La historia narrada por Scorsese está basada en un guion de Paul Schadrer y cuenta la vida de un exmarine que combatió en la Guerra de Vietnam, pero que, a su regreso a Nueva York, tiene una vida solitaria; trabaja como taxista durante la noche y padece insomnio. En su deambular nocturno, Travis transporta en su taxi a todo tipo de personas; en una ciudad como Nueva York se llega a topar con una amalgama muy diversa de esa fauna humana –valga la expresión–, pues lo mismo brinda sus servicios a prostitutas, delincuentes, etc., que a políticos de diverso nivel. Incluso, en alguna de esas travesías nocturnas le da servicio a un candidato a presidente y llega a conversar con él. Scorsese nos ofrece un retrato fiel de esa sociedad corroída por los vicios y la putrefacción social, tan característica de las sociedades capitalistas del llamado primer mundo.

A pesar de su vida monótona y solitaria, Travis no se deja atrapar por ese ambiente sórdido. Incluso conoce a una bella integrante del equipo de campaña del candidato llamada Betsy (Cybill Shepherd) con quien conversa en su taxi mientras comienza a cortejarla. A Travis le parece normal invitar a Betsy al cine para ver una película pornográfica, con lo que provoca el enojo y el alejamiento de la chica. Después del incidente, ella comprende que ambos son “incompatibles”. Taxi driver fue el filme con el que inició el ascenso de Martin Scorsese, y lo mismo ocurrió con Robert De Niro, quien se fue convirtiendo en un actor que llegó a interpretar los más diversos papeles y hasta la fecha es reconocido como un ícono del cine gringo. Taxi Driver ganó la Palma de Oro del festival de Cannes. Al verse rechazado por Betsy, Travis planea el asesinato del candidato; para lograr su objetivo se rapa la cabeza, dejándose un look a lo “mohicano”. Fracasa en su intento de asesinar al candidato a la presidencia de  EE. UU., pero al ser descubierto por los guardias que cuidan al candidato, logra evadirlos.