Deseo de saber y lenguaje hablado, la diferencia específica.
La mente humana cuenta con más de 200 aptitudes con una función o aplicación específica en siete áreas de expresión diferenciada: verbal, numérica, espacial, lógica, geométrica, perceptiva y sicomotora, todas interrelacionadas. La mente no siempre percibe las cosas de manera exacta, porque depende de la posición y la distancia del individuo, de la forma y del color de los objetos.
Estas funciones o aptitudes son movidas por los deseos, instintos y apetitos naturales que el hombre creó durante su evolución, y las dos más notables o específicas son el lenguaje hablado y su irrefrenable deseo de saber. Hace más de dos mil años el filósofo griego Aristóteles resaltó esta diferencia específica del Homo sapiens con respecto a otros animales.
La reseña de Pinillos destaca, asimismo, que los dos factores que más han influido en la acelerada evolución de la especie humana fueron (siguen haciéndolo) la herencia genética y el medio ambiente y que en la mayoría de los casos su influencia en el comportamiento humano es del 50 por ciento y en otras con disparidades apenas notorias.
También informa que el actual Homo sapiens, así como el más antiguo, no sólo dispone de los sentidos más comunes (vista, oído, olfato, gusto y tacto), sino además de otros 15, entre los que se hallan incluidos los llamados parapsicológicos (telepatía, adivinatorio, etc.).
Éstas son dos muestras de la escritura de José Luis Pinillos: en la página 83 de La mente humana puede leerse: “El cerebro humano, por tanto, es un órgano material del que emerge un proceso de subjetivación superior a todos los demás. Dicho de otra forma: sin cerebro no hay conciencia, pero la conciencia no es el cerebro. La conciencia es una función cerebral que trasciende su propio origen y es capaz de enfrentarse a él. Por un camino muy distinto al de la metafísica de los griegos, se llega hoy a una concepción de la mente muy diferente de la que nos proponían los antiguos materialistas”.
El párrafo final del libro (página 179) dice: “La sabiduría humana, sin embargo, se mueve entre dos enigmas que parecen indescifrables por principio, a saber: el misterio del primer origen de todas las cosas y la estremecedora incógnita del último fin. Es, pues, entre los límites insalvables de ese enigma donde seguirá la mente humana afanándose –esperémoslo– por cuidar de la vida y perfeccionarse a sí misma”.