La ciencia como actividad fundamental de los seres humanos ha buscado profundizar en el conocimiento de la realidad que rodea al hombre. El hombre, en ese sentido, busca resolver los grandes problemas derivados de la producción. Por esto tuvieron razón, siguen teniéndola en el presente y la seguirán teniendo en el futuro. Carlos Marx y Federico Engels afirmaron que: “lo que distingue a una época de otra no es lo que se produce, sino de qué forma se produce y con qué instrumentos de producción se produce”. Con esta breve oración, los dos grandes filósofos, economistas, sociólogos y –cosa muy importante y fundamental– dirigentes del proletariado mundial, de alguna manera sintetizaron el método de diferenciar un modo de producción de otros sistemas sociales y señalaron la ley que rige el desarrollo social basado en la correspondencia entre el nivel de las fuerzas productivas y las relaciones de producción. Pero, así como el hombre mira el presente y busca indagar en el futuro, también se ha adentrado en las profundidades del pasado para descubrir y confirmar las leyes del desarrollo social.
Todo esto viene al caso porque hoy comentaré La guerra del fuego, cinta realizada en 1981, por el cineasta galo Jean-Jackes Annaud y que se basa en la novela homónima, escrita en 1911 por J. H. Rosny (seudónimo colectivo que sirve para designar a los hermanos Joseph-Henry Boex y Seraphin-Justin Boex, escritores de origen belga). La guerra del fuego versa sobre la etapa en que habitaban buena parte del globo terráqueo los ancestros del hombre actual (los neandertales y los Homo sapiens).
La historia narrada por Annaud se centra en las visicitudes de la tribu de los Ulam (neandertales), quienes poseen el fuego en forma de una pequeña llama que cuidan con gran esmero, dado que de su conservación depende prácticamente su existencia, pues el fuego los protege del frío, de las manadas de lobos y de otras bestias salvajes. En esta historia, los Ulam habitan en una enorme caverna, donde son atacados por una horda de homínidos, sinántropos, probablemente, eran inferiores en la escala evolutiva con respecto a los neandertales-. La agresión de los sinántropos deja varios muertos de la tribu de los Ulam, pero lo más grave es que en la huída, los Ulam ven cómo el fuego, que tanto aprecian, se apaga. La tribu designa a Naoh (Everett McGill), Amoukar (RonPerlman) y Gaw (Namer El-Kadi) para ir a conseguir el fuego, lo cual significa ir a robarlo a alguna tribu que lo posea.
En esa peripecia, el trío de neandertales se ve obligado a enfrentar a una tribu de caníbales; para poder distraerlos, Amoukar y Gaw se presentan ante ellos y provocan que los persigan, mientras Naoh se acerca a la fogata de éstos. Sin embargo, un caníbal se queda rezagado y descubre la intentona de Naoh. Naoh logra matar a su oponente. El trío de neandertales no encuentra fuego encendido, la fogata está ya apagada, Los tres encuentran restos de carne que ha sido cocida al fuego. Comienzan a ingerirla, pero pronto descubren un cráneo humano y se ven impelidos a regurgitar esa carne. Annaud va recreando con excelentes actuaciones una ambientación muy bien lograda; las imágenes permiten darnos una idea, si no exacta por lo menos muy cercana a la realidad, que vivieron los grupos homínidos emparentados con el Homo sapiens; la especie más parecida al Homo sapiens era la de los neandertales.
Algunas investigaciones científicas de antropólogos y arqueólogos prestigiosos sostienen que los neandertales ya poseían un lenguaje articulado, fabricaban instrumentos de piedra y madera y utilizaban el fuego. Esas investigaciones también señalan que cuando los Homo sapiens llegaron a Europa y Asia, procedentes de África, llegaron a hibridarse con los neandertales; eso explica por qué en el genoma humano actual se encuentra ADN procedente de los neandertales en una proporción que puede llegar al 20 por ciento.