Alguna vez, el poeta salvadoreño Roque Dalton escribió que “el comunismo (sería), entre otras cosas, una pastilla del tamaño del Sol”. De alguna manera, la línea anterior presenta la versión poética de una idea más antigua. En el prólogo a la Contribución a la crítica de la Economía Política (1857), Carlos Marx aseveró que “las relaciones de producción burguesas” constituían “la última forma antagónica del proceso social de la producción”. Ahí mismo, el propio Marx declaró que con la formación social capitalista concluiría la “prehistoria de la sociedad humana”.

En otros términos, el verso de Dalton evoca las palabras de Marx con respecto al tránsito del “reino de la necesidad” al “reino de la libertad”. La “prehistoria de la sociedad humana” corresponde al primero de los dos reinos anteriores. La “historia” de la misma sociedad atañe al segundo de ellos. A juicio del autor de El Capital, el capitalismo constituía la última expresión de la forma antagónica del proceso social de la producción: para él, el modo de producción burgués representaba un “límite histórico”. En la opinión poética de Dalton “(…) el dolor de cabeza de los comunistas se supone histórico, es decir, que no cede ante las tabletas analgésicas sino sólo ante la realización del Paraíso en la tierra”. Así las cosas, ambos coinciden en la urgencia de establecer un “reino de la libertad”.

Al mismo tiempo, el poeta asegura que “bajo el capitalismo nos duele la cabeza y nos arrancan la cabeza” y enseguida asevera que “en la lucha por la Revolución la cabeza es una bomba de retardo”. En suma, las “propiedades analgésicas” del sistema social que representa el fin de la prehistoria de la sociedad humana derivan de un hecho capital: el comunismo significa la “realización del Paraíso en la tierra”. Así, pues, los “dolores de cabeza” de carácter histórico de los hombres explotados y enajenados sólo cesarán con el advenimiento del “reino de la libertad”. En efecto, “el comunismo será, entre otras cosas, una aspirina del tamaño del Sol”.

Sin embargo, la realización de la sociedad del futuro reclama la participación insustituible de una fuerza consciente. Dalton subraya en todo momento los conceptos “construcción” y “lucha”. Al respecto, en la introducción a la Contribución a la crítica de la filosofía del derecho de Hegel (1844), Marx señaló que “el arma de la crítica no puede sustituir a la crítica de las armas” y a renglón seguido acotó “que la fuerza material tiene que derrocarse mediante la fuerza material, pero también la teoría se convierte en poder material tan pronto como se apodera de las masas”.

No obstante, Marx argumenta que la posibilidad positiva de emancipación reside “en la formación de una clase de la sociedad civil que no sea una clase de la sociedad civil; de un estado que sea la disolución de los estados; de una esfera que posea un carácter universal por lo universal de sus sufrimientos”. Tal clase es el proletariado. Así como el comunismo “encuentra en el proletariado sus armas materiales, el proletariado encuentra en la filosofía (del comunismo) sus armas espirituales”. En suma:

“Cuando el proletariado proclama la disolución del orden universal precedente, no hace más que pregonar el secreto de su propia existencia, ya que él es la disolución de hecho de ese orden universal. Cuando el proletariado reclama la negación de la propiedad privada no hace más que elevar a principio de la sociedad lo que la sociedad ha elevado a principio suyo, lo que ya está personificado en él (…)”.

Por los motivos precedentes, el proletariado posee en sí mismo la capacidad de instaurar el “reino de la libertad” y de “redimir” asíde una forma radical– a la sociedad humana.