El género de películas bélicas es uno de los más socorridos por la industria cinematográfica de las potencias económicas del mundo; con este tipo de cintas, los gobiernos imperialistas se hacen propaganda, promocionan el supremacismo y la ideología que más les conviene a sus intereses económicos y geopolíticos. Sin embargo, no todos los filmes de este género han tenido esos propósitos ominosos. Han existido cintas que utilizan los escenarios de las guerras para hacer crítica profunda hacia el belicismo, hacia la ideología imperialista y fascista. Uno de los mejores realizadores que han utilizado al séptimo arte para hacer crítica hacia los afanes guerreristas de los gobiernos imperialistas y fascistas es Stanley Kubrick, quien en su larga carrera cinematográfica realizó filmes de gran calidad artística y de profundo contenido crítico. Senderos de Gloria (1957) es una cinta que desnuda a los halcones franceses que durante la Primera Guerra Mundial, no sentían escrúpulo ni remordimiento alguno ante la brutal carnicería en la que los soldados, literalmente, eran carne de cañón y morían como moscas cuando se rocía buena cantidad de insecticida sobre ellas. En 1964 filmó una de las cintas que, con una fuerte dosis de humor negro, exhibe la ideología y los propósitos fascistas y de hegemonismo mundial enquistados en el gobierno y cúpula militar del ejército de Estados Unidos, capaces de desatar una guerra nuclear que pondría en peligro la existencia de toda la humanidad, me refiero a El Dr. Strangelove.
La cinta que hoy comento, amable lector, es también una obra de arte con ese mismo sentido de denuncia hacia la ideología nazi-fascista y sus aplicaciones en el terreno práctico, se trata de Cara de guerra (1987). Narrativamente, esta cinta se divide en dos partes. La primera trata de la forma en que es entrenado un grupo de “marines” en Parris Island; el instructor del pelotón es un espécimen de esos fascistas que tratan de llevar a los reclutas a un grado de bestialismo inaudito, de inocular en los jóvenes reclutas un alma de asesinos inmisericordes, de convertirlos en anticomunistas radicales y obsesionados con la aniquilación de todo lo que huela a comunismo. El sargento Hartman (R. Lee Ermey) es el encargado de inculcar semejantes “valores” y conducta antihumana. Al menor motivo, el instructor ordena castigos humillantes y envilecedores para sus pupilos. Como resultado de esa forma brutal de adoctrinamiento, el recluta Patoso (Vincent D’Onofrio), dados sus constantes errores y deficiencias en los entrenamientos, provoca que el sargento Hartmann castigue a todo el pelotón. Por esta razón, los integrantes del mismo lo castigan por la noche golpeándolo, envolviendo jabón en cada una de las toallas que ellos utilizan, agrediéndolo cuando está acostado. Patoso termina asesinando con un rifle de alto poder a su instructor y después se suicida.
Hoy, a más de dos años de iniciada la Operación Especial de Rusia en Ucrania, y a ocho meses de que el sionismo comenzara la carnicería genocida en Palestina, Cara de guerra nos da una clara idea de cómo los fascistas entrenan, adoctrinan y vuelven verdaderos perros asesinos a los soldados al servicio de los imperialistas y los sionistas. Ya es muy frecuente ver a través de las redes sociales videos de los soldados israelíes festejando sus “hazañas”, es decir, las matanzas de niños y mujeres palestinos. Y también se dan a conocer videos que muestran cómo los soldados fascistas ucranianos, violando todas las leyes internacionales, asesinan a los soldados rusos, aunque éstos ya estén en condición de prisioneros.