Antes de celebrar el inicio de su último año de gobierno, el presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) anunció, con el estilo de siempre, la creación de la farmacia más grande del mundo; el anuncio de esta gran obra se hizo a principios de agosto de 2023 y dos días antes de que comenzara 2024 ya había sido inaugurada. El último año del sexenio también contaría con una megaobra, pero igual que todas las otras, inaugurada sin haber sido concluida y sin contar con los estudios y la planeación necesarios; como siempre, con exceso de improvisación. ¿A qué se debió tanta premura por parte de AMLO y su “Cuarta Transformación” (4T)?

La respuesta, dicen algunos analistas consultados por buzos, está en la necesidad de la 4T de asegurar el triunfo de sus candidatos en las elecciones del 2 de junio. Todas sus megaobras fueron concebidas con el mismo objetivo electorero: la obtención de votos, inclinando a la mayoría de los electores a su favor, para lo que tienen que existir los anuncios sensacionalistas ofreciendo mejores condiciones de vida, abaratamiento de los energéticos, posibilidades de empleo, altos salarios, becas, pensiones y ahora el triunfo sobre el desabasto de medicamentos e los insumos para la salud; todo eso con sólo votar por el partido gobernante: Morena; con sólo votar por la candidata presidencial, Claudia Sheinbaum, aunque ésta hubiera empeorado la situación y las condiciones de vida en la Ciudad de México.

El 29 de abril, cuatro meses después de inaugurarse la Megafarmacia en la capital de la República, el desabasto continuaba; a pesar de la necesidad de entregar millones de medicamentos a los pacientes mexicanos, la Megafarmacia no había surtido ni siquiera medio millar de recetas.

A cinco meses de inaugurada, la Megafarmacia sólo es grande en extensión: el gobierno compró, por una millonada, un almacén ubicado sobre 42 hectáreas, pero sólo había concentrado en ese espacio los medicamentos adquiridos hasta esa fecha por el sistema de salud mexicano (IMSS-Bienestar, ISSSTE, etc.) y lo poco que había comprado a las farmacéuticas “de todo el mundo” y que, en su mayor parte, no ha pagado.

Entre los problemas que enumera el Reporte Especial de esta semana destacan la persistencia del desabasto, es decir, que los derechohabientes no cuentan con el surtimiento de sus recetas; los médicos no pueden curar a sus enfermos; el sistema de salud está endeudado; y no se ha cumplido la sensacional promesa: no se cuenta con la farmacia más grande del mundo.

Se ha realizado una megainversión, se han gastado miles de millones de pesos, pero todo ha sido hasta la fecha una megaocurrencia con nulos resultados y un altísimo costo que no pagarán los ricos, las empresas privadas cuyos contratos AMLO suspendió al principio y que ahora la realidad lo ha obligado a reanudar. El costo de esta ocurrencia presidencial lo pagará el pueblo mexicano.

La construcción de esta Megafarmacia es, por un lado, continuación de la política general de salud del gobierno saliente y, por el otro, de su política de obras faraónicas que, si se revisan una por una, es fácil descubrir que no están pensadas para beneficiar a la población mayoritaria.