Desde hace muchos sexenios, los gobernantes han prometido mejores condiciones laborales a los maestros; pero jamás les han cumplido, a pesar del enorme significado de su trabajo para el desarrollo de México. ¿Por qué los docentes deberían estar entre las mayores prioridades en cualquier gobierno que se precie de ser “progresista”? Porque de su bienestar depende el avance social y productivo de la sociedad. Un Estado no puede jactarse de ser “moderno” con maestros mal pagados, mal comidos y que para sobrevivir deben hacer malabares para resolver los problemas que les causa la pobreza, cuando su única preocupación debería ser preparar bien sus clases. En esta situación se halla la mayoría de los maestros de educación básica; y aunque en los sistemas de educación superior (universidades y tecnológicos públicos o privados), los ingresos, las prestaciones y las condiciones de trabajo sean un poco mejores, en términos generales no son satisfactorias.
El sistema con más rezagos laborales es el Tecnológico Nacional de México (TNM), del que forman parte 254 institutos federales y descentralizados que atienden a 600 mil estudiantes; ahí los salarios resultan bajos, no están homologados, los docentes no tienen certeza laboral porque sus contratos están programados para seis meses o un año; y si intentan organizarse en sindicatos, son despedidos inmediatamente. Sus directivos actúan igual que cualquier empresario abusivo, pues se aprovechan del desempleo creciente entre los profesionistas para sustituir a los inconformes con maestros que no protestan por los bajos salarios y condiciones laborales deplorables, que además piensan que deben agradecerle al empleador por brindarles esa “gran oportunidad”.
En estos centros de enseñanza, los maestros son sometidos a un control administrativo y político muy efectivo; se les obliga a realizar más trabajo a través de un sistema de competencia perverso e injusto que el TNM denomina Programa de Estímulos al Desempeño del Personal Docente y que consiste en la entrega de un bono salarial que naturalmente les permite superar sus pendientes económicos. Este apoyo se otorga con puntajes que van del nivel uno al seis; el monto de este último asciende a unos 100 mil pesos y se paga en UMAS. La obtención de tales puntos no es tan sencilla; los maestros deben rogar por constancias que acrediten sus actividades académicas, científicas y su buen comportamiento laboral ante los directivos de sus respectivas áreas educativas. El acceso a los puntajes contiene, además, un filtro igual de oneroso: la entrega obligatoria de 13 documentos personales en los que la falta o sobra de una letra o un número puede inducir a la comisión evaluadora a rechazarlos y a negarles o sacarlos del ingrato programa. Por ejemplo, si en algunos documentos, la CURP no coincide, o si el maestro llenó mal su currículum educativo, queda fuera de la “premiación”. Los docentes tienen dos semanas para subir la documentación a la plataforma, lapso que genera estrés, incertidumbre y miedo… por ello hoy, cuando en el país gobierna un partido que se denomina “humanista”, cabe preguntar ¿por qué los maestros siguen compitiendo entre sí por salarios de hambre y comiendo mal? ¿Es así como este 15 de mayo festejaremos el Día del Maestro?