En 2015, las naciones del mundo definieron una agenda común para alcanzar el futuro sustentable en 2030 mediante la consecución de 17 objetivos económicos, sociales y ecológicos. Hoy, a escasos seis años de esa fecha, los avances en los tres ámbitos han sido mínimos o nulos; y de esas metas únicamente quedan las buenas intenciones de los jefes de Estado y la novedosa apropiación en boca de los grandes empresarios, que ahora tienen programas ecológicos para mitigar el deterioro ambiental y manipular a los consumidores para ganar más dinero con la venta de sus productos. Pero detrás de esta intensa campaña mediática se oculta una estrategia de distracción desde los monopolios capitalistas para evadir su responsabilidad sobre el ecocidio efectuado contra el planeta. Durante los últimos años, los medios de comunicación y la industria cinematográfica han participado en esta tarea con historias en las que muestran a la Tierra como un ser vivo que se defiende de los perversos seres humanos; o las que de ésta surgen enormes monstruos y virus aniquiladores de la humanidad entera.
Con respecto a este asunto, el amable lector puede recordar que durante el azote de la pasada pandemia de Covid-19, los medios de prensa se dedicaron en mostrar que el medio ambiente estaba limpio porque el confinamiento sanitario evitaba que la gente lo contaminara; y difundieron la versión de que el coronavirus había sido transportado por murciélagos desde una selva. Sin embargo, ambos distractores no han logrado desmentir el diagnóstico sobre el deterioro ecológico divulgado desde la celebración de las primeras cumbres mundiales al respecto; y del que sustenta los objetivos programáticos sobre el desarrollo sostenible: que el culpable de la contaminación ambiental del planeta y la degradación del hombre es el modo de producción capitalista por el insaciable afán de los burgueses de acumular riquezas.
En el caso de nuestro país, es necesario recordar también cómo sus gobiernos han aprovechado los problemas ecológicos para favorecer a los empresarios que son amigos de los funcionarios. En 1993 se estableció, en la Ciudad de México (CDMX), la obligación de medir la emisión de gases tóxicos de los automóviles para reducir la contaminación; pero esta medida recaudatoria únicamente se aplicó a los automovilistas y no a las grandes empresas fabricantes de automóviles. Esta práctica, muy efectiva para hacer dinero fácil, rápidamente fue copiada por otros gobiernos estatales sin que a los funcionarios públicos de todos les niveles les importara su eficiencia para mejorar el medio ambiente en las ciudades o áreas metropolitanas.
Pero los resultados no importan, porque los altos burócratas, por las buenas o por las malas, cobran los impuestos debido a las verificaciones, mientras dejan sin castigo a los culpables originales de la contaminación. Igualmente sucede con las bolsas de plástico, cuyo uso fue prohibido con gran alharaca publicitaria en tiendas y centros comerciales, medida que rápidamente acataron porque de ella han sacado provecho con la reducción de costos; ahora venden a sus clientes bolsas de otros materiales. ¡Qué locura! La medida debería implicar la prohibición absoluta del uso de bolsas de plástico y la obligación de los tenderos por proveer a sus clientes con bolsas de papel u otros materiales. Pero no: no quieren molestar a los grandes comerciantes “ni con el pétalo de una rosa” y toda la responsabilidad ecológica recae sobre los consumidores.
El 22 de abril se celebró el Día Mundial de la Tierra; hubiera sido bueno que en tal jornada nos dedicáramos a exigir y luchar por el acceso a un sistema económico en el que los procesos de producción y comercialización protejan al medio ambiente y al ser humano. Para celebrar mejor esta fecha, no hay como evocar las palabras que en 1990 pronunció, en una reunión con otros jefes de Estado, el comandante Fidel Castro Ruz, un estadista adelantado a su tiempo: “páguese la deuda ecológica y no la deuda externa. Desaparezca el hambre y no el hombre. Cesen los egoísmos, cesen los hegemonismos, cesen la insensibilidad, la irresponsabilidad y el engaño. Mañana será demasiado tarde para hacer lo que debimos haber hecho hace mucho tiempo”.