En 1971 el poeta, monje católico y futuro Ministro de Cultura del gobierno socialista de Nicaragua viajó a Cuba para formar parte del jurado de un concurso literario convocado por la Casa de las Américas, institución cultural del gobierno de La Isla, entonces encabezado por el comandante Fidel Castro Ruz. Durante su estancia de varias semanas, Ernesto Cardenal (Granada, 1925 – Managua, 2020) platicó con artistas, intelectuales, estudiantes, maestros, campesinos, trabajadores fabriles, clérigos y funcionarios de todos los niveles del Estado, incluido Fidel. 

Estas pláticas dieron sustento a los 70 capítulos de En Cuba (1972), libro que se convirtió en uno de los testimonios más objetivos de la realidad política, económica y social después de 12 años de gobierno socialista. Cardenal no soslayó ninguna información y opinión encomiástica o crítica sobre la Revolución Cubana a pesar de su manifiesta simpatía hacia ésta. En las siguientes líneas se enumeran los cambios positivos que hasta entonces se habían dado en Cuba: 

En 1956, sólo el cuatro por ciento de los cubanos comía carne, el 11 por ciento bebía leche y el 80 por ciento no comía los suficiente. En 1971, un adulto, por ejemplo, tenía derecho a cuatro huevos y tres cuartos de libra a la semana; media libra de pan al día, seis libras de azúcar y arroz al mes. En 11 años (1959-1970) el desempleo bajó de 686 mil a 75 mil personas y el número de trabajadores urbanos aumentó de 194 mil a 600 mil; la salud era gratuita, al igual que la educación del nivel básico al universitario.

Antes de 1959, el 90 por ciento de los niños en edad escolar básica no iba a la escuela y el 95 por ciento de los jóvenes no asistía a la universidad. El analfabetismo bajó del 24.30 al cuatro por ciento gracias a las campañas de alfabetización; en la de 1961 participaron 210 mil promotores y 100 mil en la de 1971. La reforma urbana dotó a los cubanos del derecho a una vivienda y la agraria a una pequeña propiedad rural. El campesino nunca perdía dinero porque el gobierno aportaba el 27 por ciento de la inversión, ya no pagaba intereses y habitaba en casas bien construidas y dotadas con todos los servicios y aparatos domésticos modernos.

Cuando se cerraron los 25 mil burdeles que había en Cuba antes de la revolución, las prostitutas fueron alfabetizadas, recibieron terapia psicológica y enseñanza de oficios; el mismo trato se daba a carteristas y a los cinco mil pacientes del manicomio de La Habana, en el que disponían de atención médica y psiquiátrica, educación laboral y biblioteca; los derechos de autor habían sido eliminados; los libros ya no eran mercancías, los editaba y distribuía la Casa de las Américas y eran leídos en bibliotecas escolares, municipales, albergues y cárceles; había dos diarios, Granma Juventud Rebelde; dos revistas literarias, Bohemia y Casa de las Américas,la radiodifusora La Voz de las Américas.