Las cosas están sombrías en Europa estos días. Los líderes europeos están atrapados en una disyuntiva de “luchar o huir”, decidiendo si deben huir y esconderse o enviar tropas a Ucrania para luchar contra la amenaza del Este. Sin embargo, el terror existencial de Emmanuel Macron y sus tóxicos cómplices narcisistas en la Unión Europea (UE) tendrá que esperar respuesta en otro artículo dedicado a ello porque éste se centrará en la economía europea.
A muchos les ha desconcertado cómo la UE ha estado gestionando su economía desde el comienzo de la guerra de Ucrania. Desde entonces, se han producido dos shocks distintos en la economía de la eurozona. El tercer shock, que puede ser el peor, está en camino. Todos ellos son resultado directo de las políticas europeas.
El primer shock fue el aumento de los precios (y la disponibilidad) de la energía como resultado de las sanciones a Rusia. Este shock por sí solo ha diezmado la competitividad de la industria europea y muchas grandes empresas en la parte más importante de la cadena de valor agregado, particularmente la manufactura básica y avanzada, han cerrado sus operaciones o están haciendo las maletas y abandonando la UE. Miles de pequeñas empresas (en su mayoría familiares), especialmente en Alemania, ya están en quiebra o técnicamente en quiebra. Esto tendrá graves consecuencias para el sector “servicios” de las economías de la eurozona, así como para las finanzas estatales y la capacidad de mantener el Estado de bienestar europeo.
El segundo shock es el evidente y absoluto ataque regulatorio y burocrático de Bruselas a las empresas europeas y a sectores enteros de las economías de la eurozona. La carga regulatoria impuesta a las empresas europeas se ha ajustado hasta tal punto que muchas de ellas apenas pueden seguir funcionando. Se están utilizando engaños técnicos y leyes extrañas para destruir abiertamente la agricultura europea, llevando a la quiebra a los agricultores y para impedir la inversión en nuevos proyectos energéticos. La industria del automóvil, un sector clave en Europa, también parece haber sido programada para su terminación y, según se informa, Bruselas planea duplicar el costo de poseer y operar un automóvil en los próximos años. Podría continuar, pero está claro que estas medidas se suman al shock de los precios de la energía provocado por las sanciones a Rusia.
Es desconcertante para cualquier persona racional que la UE haya decidido aumentar el efecto de las sanciones diseñando una mayor destrucción de las economías europeas. Antes de abordar esta aparente locura, miremos hacia el futuro y analicemos el shock número tres, que muy probablemente afectará a Europa (y a todo Occidente) en algún momento de los próximos años.