Salvador Allende, según Patricio Aylwin
En numerosas páginas de El Poder de la paradoja, el expresidente demócrata-cristiano de Chile confía su impresión más íntima y sincera sobre la personalidad política de su homólogo Salvador Allende y hace una evaluación objetiva pero crítica de sus actos de gobierno en el periodo 1970-1973. Acerca de éste afirma que fue fallido porque aceleró demasiado el proyecto estatista que le impusieron sus colegas del Partido Socialista, el Movimiento de Insurgencia Revolucionaria (MIR) y el Mapu. A diferencia de estos integrantes de la Unidad Popular, Aylwin dice que el Partido Comunista fue mucho más moderado.
Recuerda que en menos de un trienio Allende nacionalizó al 100 por ciento las minas de cobre (estaban al 51 por ciento); expropió y repartió mil 378 latifundios que acopiaban dos millones 600 mil hectáreas, nacionalizó de facto el 80 por ciento de la banca y quería convertir en empresas mixtas las compañías productoras y comercializadoras de artículos básicos (alimentos, ropa, muebles domésticos). Estas acciones provocaron las huelgas de transportistas y comerciantes, cuyo “cacerolismo” impulsó a otros sectores privados a la rebelión anticomunista, de la que la Junta Militar se valió para el golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973.
Aylwin asevera que Allende facilitó el camino de las fuerzas armadas hacia el golpismo porque antes de la emergencia protagónica del general Pinochet las utilizó para reprimir las manifestaciones callejeras de los empresarios, quienes además de la expropiaciones se hallaban muy inconformes porque la crisis económica que se había iniciado con su arribo a la Presidencia de la República propició mayor inflación, emisión de papel moneda sin respaldo financiero y desempleo en las clases trabajadoras las que, sin embargo apoyaron a la Unidad Popular hasta el último momento.
Con respecto a la personalidad política de Allende, Aylwin dice que éste fue un “hombre inteligente y patriota”, que siempre estuvo interesado en llevar a cabo una revolución socialista “por vía pacífica, sin totalitarismo… de esto estaba convencido y creo que de buena fe. Pero algunos de sus socios “no le jugaron limpio”. “Era un gran líder, pero confiaba mucho en sí mismo (...) Yo veía en él una personalidad fuerte y con un idealismo vago, romántico (…) Para algunas personas tenía la imagen de un hipnotizador (…) Creía en su proceso y sus discursos eran didácticos.
“Yo tenía una imagen de Allende formada por sus años de vida política y parlamentaria. Había sido ministro de Salud del presidente Aguirre Cerda y después senador en varios periodos. Me había tocado trabajar con él en el Senado (…) Era un hombre afable, un poco estirado, que tenía sus poses, pero razonable (…) Creo que era democrático, porque tenía una tradición indudablemente democrática y una vida política indiscutida”.