Las mujeres deben y pueden emanciparse. Para el filósofo e historiador político alemán Federico Engels era claro que la única forma en que las mujeres pueden liberarse de la sujeción varonil es mediante la ejecución de actividades productivas fuera de sus hogares y relegando las domésticas. Hoy en día esto sucede muy lentamente debido, en parte, a que tienen menos escolaridad y, por tal motivo, menor acceso al trabajo calificado; y también a que hay actividades como la minería y la agricultura que son demasiado pesadas. Durante su incorporación a labores fuera del hogar, las mujeres debieron aprender que su empoderamiento respecto a su par masculino no las exime de la explotación ni del maltrato laboral; que pueden ganar menos que un hombre a pesar de realizar trabajos semejantes; que pierden cuando compiten con un varón por una misma plaza de trabajo y que en un país subdesarrollado como el nuestro, que no puede captar toda la mano de obra disponible, su inserción al sector productivo resulta limitada.
Las mujeres en México también deben reflexionar en que su incorporación representa una ventaja para el capitalista; ya que en el pasado reciente con el trabajo de un miembro se mantenía una familia; y ahora, para que esto ocurra, deben trabajar prácticamente todos los adultos y en no pocos casos hasta los niños, porque el enorme ejército de desempleados existente en gran parte de la República ejerce una enorme presión contra los salarios de quienes ya trabajan, que además deben enfrentar el riesgo del despido en cualquier momento, porque pueden ser sustituidos rápidamente. Sí, es en este escenario perverso creado por los patrones en el que las mujeres deben aprender a “resistir”.
Es más que aleccionadora la historia de muchas mujeres que aun con leyes y jueces en contra han logrado instruirse y “saltar” de sus hogares rurales para emplearse en medios urbanos; pero eso no es suficiente, porque la emancipación integral o plena surgirá cuando brinden una misma lucha política para tomar las riendas del país y cambiar las reglas del juego junto a sus pares masculinos. Porque, aunque de cara a las elecciones federales, los oligarcas nos venden la idea de que las cosas cambiarán porque por primera vez tendremos una mujer presidenta, sea Xóchitl o Claudia, lo cierto es que estas señoras representan a la clase de los privilegiados y hasta ahora no han dado ningún indicio que favorezca a las mujeres o que realmente les interesen los derechos de su género; pero esto lo veremos muy pronto.