La filosofía ha insistido con suficiencia que su labor es pensar lo real. Y claro, como no podía ser de otra forma, su razonamiento empieza desde la pregunta misma: ¿qué es lo real? Si alguien ensayara una respuesta general y dijera, por ejemplo, que lo real es aquello que podemos ver ¿dónde quedaría lo que no podemos ver y que sin embargo existe? Podríamos también decir que, aunque no podamos conocer todo lo existente, sí podemos investigar lo que se nos presenta a nuestros sentidos y que podemos aprender; en este caso, se presenta la limitante del conocimiento por medio de los sentidos.

Los sentidos son finitos, son una herramienta que está sujeta al desarrollo natural que la humanidad ha alcanzado para experimentar el exterior. Hay muchísimas cosas que se ocultan a ellos y que, sin embargo, son fundamentales para poder conocer científicamente la realidad. Por eso, la palabra metafísica en Aristóteles quiere decir más allá de lo físico, es decir, todo aquello que no se nos muestra en los objetos físicos y que sin embargo forma parte de la esencia misma de éstos. Recordemos que el propósito de Aristóteles con la metafísica era encontrar las primeras causas y primeros principios que hacen que las cosas sean y que hacen que las cosas se muevan.

Para lograr esto la filosofía debió desarrollar formas de pensamiento que ahora parecen muy alejadas de lo que tratan las ciencias llamadas exactas o naturales, tuvo que ayudar a explicar no solamente la necesidad física de la materia, por ejemplo, sino su necesidad lógica. Por otro lado, la filosofía nos ayuda a pensar la materia y los fenómenos que acontecen en nuestro mundo como una totalidad, es decir, nos recuerda que el mundo no solamente es físico, químico, biológico, matemático, etc., sino que también está atravesado por experiencias estéticas, por valoraciones morales, por construcciones políticas, por contradicciones del ser humano y de la naturaleza que llenan de contenido nuestra historia, entre otras cosas. Si queremos estudiar la realidad, nos dice el pensamiento filosófico, no podemos olvidarnos de todo esto que también es importante conocer, pues nos determina tal y como somos.

Es verdad que la filosofía no tiene la forma que ahora las ciencias más desarrolladas han alcanzado, que sus herramientas parecen no ser tan exactas. Ya Aristóteles había declarado que la filosofía era inútil, pero considerando que lo útil era aquello que podía producir cosas inmediatas para satisfacer una necesidad práctica. Pero el ser humano no solamente necesita zapatos, comida y casa, aunque sean lo fundamental. El ser humano se manifiesta de múltiples formas, crea (como dijo Marx) tomando en cuenta también sus consideraciones sobre lo bello. Trata de conocer la realidad pero considerando las posibilidades de conocimiento, así como discutiendo sus límites. No se conforma con lo ya dado, no tiene una actitud pasiva ante la existencia, sino que la transforma dependiendo de su concepción del mundo. 

Por todo esto la filosofía no es un adorno, merece que se le reconozca su capacidad de estudio de la realidad, su utilidad en el más amplio sentido de la palabra, pues la humanidad la necesita para manifestarse como tal. Olvidar a la filosofía es condenarnos a las sombras, al mundo de las apariencias, a estar siempre encadenados en el fondo de la caverna de la que Platón nos habló.