El bloqueo de 872 días a Leningrado hizo de esta ciudad la única en la historia mundial en resistir tal asedio. La lucha por la ciudad fue encarnizada y su liberación echó por tierra el plan de Hitler –y su aliada Finlandia– de arrasarla.

 

 

 

El ocho de septiembre de 1941, los nazis cercaban la ciudad tras fracasar en romper la defensa soviética. En dos años y tres meses de cerco, los más de dos millones de habitantes –con 400 mil niños– carecían de alimentos, combustibles; en tanto que los trabajadores proveían de armas y uniformes a sus compañeros en el frente.

 

 

 

Los nazis lanzaron contra Leningrado una operación genocida, que aniquiló a más de un millón de personas al disparar sobre ellas más de 150 mil obuses y más de 107 mil bombas incendiarias.

 

 

 

Ese genocidio se olvida deliberadamente. Las ideas neonazis revivieron en 2014 en el golpe de Ucrania, a la que patrocinan EE. UU. y la UE, como reconoce el congresista Thomas Massey. Es positivo que la Asamblea General de la ONU adoptara la Resolución rusa de Combatir la glorificación del nazismo, neonazismo y prácticas que exacerban el racismo y la xenofobia.